Han pasado
miles de años desde aquel entonces, donde solía ser luz, esperanza y salvación.
El mundo lo sentía perfecto, a mis ojos y a mis pies realmente lo era, pero todo cambió esa noche, en la que en sus ojos
vi un paraíso cargado de frenesí, sus labios dibujaron en mi cuerpo un camino
en dirección contraria a la que por mucho tiempo había transitado, y decidí
renunciar a mi naturaleza. Lilith y su amor umbrío, como boca de lobo me
sedujeron condenándome al destierro.
Una vez
ocurrió esto, fui parte de este mundo material, viviría eternamente pero en la
oscuridad y desde ese momento sólo he visto siglos de decadencia y un dolor que
juega con mi supervivencia. Recuerdo mis
alas y la nostalgia inunda mi soledad, el tiempo y la vida no perdonan y ahora sólo
me abraza un taciturno silencio, un error que jamás he podido convertir en acierto.
También
recuerdo cuando las manos de la luna acariciaban mi alma, la lluvia era
tranquilidad y el miedo aprendizaje y sabiduría, la oscuridad no existía y el
fuego de mi canto que evocaba pasión y alabanza no significaba el infierno,
pero ahora mis labios besan cada noche un lamento, entendiendo que todos
nosotros somos las decisiones que tomemos.
Yo renuncié a
vivir en un paraíso perenne por tan poco y tan fugaz. Veo a quienes viven derredor a mi dolor que
es la humanidad, son la última canción pero se dedican a jugar con la muerte y
no se dan cuenta que de sus acciones depende el futuro, uno en donde el sol tal
vez, quizás dejará de palpitar.
Ahora mis
temores aguardan en aquella esquina de Ámsterdam, esperando el momento para
destruirme, para recordarme lo frágil que soy, sin embargo dejando a un lado mi
realidad fatalista y deplorable, hay algo que no he dejado de sentir y es que
encuentro un punto de coincidencia entre el Olimpo en el que viví y el pecado
que cometí; el primero es un santuario de amor y mi error yo lo cometí por ese
mismo sentimiento… amor, uno diferente y prohibido ante los ojos del Edén, pero
amor puro, fuerte, real y cuasi humano.
Veo a Lilith
danzar por las calles del pecado gozando de su traición, se aprovecha de su
belleza y la maldad reemplaza un par de vacíos con los que aun no ha querido
enfrentarse. Yo por mi parte he aprendido a disfrutar de pequeños detalles que
antes no eran nada y ahora lo son todo. Tal vez en algún momento, el viento
decida soplar a mi favor y se lleve muy lejos esta melancolía que me abraza
perdiendo la noción de la noche y el día, que me acongoja y me hace sentir
miserable.
A través de
los años y la historia he sido convertido en un mito de lujuria, maldad, fuego
y perdición, cuando realmente no lo soy. Quiero que entiendan que soy una mala
decisión, un arrepentimiento y un gran dolor, y ante tal situación debo asumir
el rol de ser un estoico sensato, sintiendo cómo cada día muero una y otra
vez.
En estos
tiempos flamantes que todos se han ido a un extremo siendo consientes de lo
inconsciente, de situaciones efímeras y hedonistas, pienso que fui el primer
castigado pero no el último, y que a mi alrededor sólo siento olvido y
desolación, tal y como en este momento se ha de estar sintiendo aquel mismo
excelso ser que un día me desterró.